Embarazo, ¿existe un peso ideal?

Muchas son las mujeres que se ponen nerviosas por el mero hecho de pensar en esos kilitos que les va a suponer lucir la “linda tripita” de embarazada.

Por eso me gustaría empezar este post reflexionando un poco sobre esta frase:
“Sentirte gorda dura nueve meses, pero la alegría de convertirse en madre dura para siempre” Nikki Dalton- artista estadounidense.
Frase directa, pero que nos ayuda a comprender que ese volumen es pasajero, y espero que aquí encuentres también parte de la ayuda para llevar una alimentación equilibrada durante esta bella etapa de tu vida.

¿Debemos controlar el peso de la mujer embarazada?

Controlando el aumento de peso de la madre, ¿la mujer puede evitar que nazca un niño demasiado gordo o con carencias de peso?
La obesidad de la madre antes del embarazo, más que los kilos adquiridos durante éste, es lo que realmente va a influir sobre el peso del recién nacido. Una mujer obesa da a luz a un niño con peso más elevado que una mujer delgada y ello incluso si su aumento de peso es idéntico durante el embarazo. Esto confirma que la mujer embarazada alimenta a su hijo no sólo a partir de su propia alimentación, sino también a partir de sus reservas en músculos o en grasa corporal.
Una mujer delgada puede evitar dar a luz un niño con poco peso comiendo más que de costumbre. En su caso, el peso del niño dependerá muy directamente de los kilos adquiridos durante el embarazo.
La adquisición del peso deseable no va a ser la misma para todas las mujeres; estará determinada individualmente para cada mujer por el médico o la matrona, a veces con la ayuda de la ecografía.

Embarazo, ¿sinónimo de obesidad?

Pero incluso si es deseable para el feto la adquisición importante de peso por parte de la madre, podríamos preguntarnos: ¿no conducirá a una obesidad o sobrepeso después del embarazo?. Normalmente hay poco riesgo para las mujeres delgadas o de peso normal, pues muy a menudo no conservan los kilos del embarazo. La maternidad favorece, claro está, la obesidad, pero sobre todo en la mujer previamente obesa, que “gana” una media de 3-4 kilos por el embarazo. Sea cual sea su aumento de peso, la mujer delgada tiene que preocuparse   un poco menos por su línea. Sin embargo, deberá desconfiar si su madre o sus hermanas han conservado peso después de sus embarazos: muchas veces es de madre a hija como se inicia una obesidad durante el embarazo.
Además del riesgo de conservar kilos suplementarios después del parto, el embarazo expone a la mujer obesa a diversos problemas de salud: diabetes, hipertensión arterial y dificultades en el curso del parto. Así se llegan a realizar más cesáreas, entre mujeres obesas que entre las mujeres delgadas.
Para intentar evitar estas complicaciones, la solución pasa por un régimen equilibrado. Sin peligro para el feto, una mujer puede limitar a siete kilos los adquiridos durante los nueve meses de embarazo. Estos siete kilos corresponden al crecimiento del feto y a los elementos “indispensables” para su desarrollo, mientras que la grasa corporal de la madre no habrá aumentado, incluso puede disminuir ligeramente. Para conseguirlo, no se trata de comer demasiado poco o de ayunar: si la futura madre come cotidianamente como mínimo 1.200 calorías, el peso de su bebé corre un gran riesgo de ser demasiado bajo; los regímenes excesivamente estrictos son peligrosos durante el embarazo. Al contrario, comiendo entre 1.600 y 1.800 calorías, aportará la mayoría de los elementos necesarios para el feto. Un régimen así se aplica también a mujeres antes delgadas, pero que adquieren demasiado peso durante la primera mitad de su embarazo.
Pero recuerda este régimen debe desarrollarse siempre bajo control de un médico, el cual aconsejará frecuentemente un complemento en vitaminas, yodo, folatos y hierro. Por el contrario, se desaconseja la restricción calórica a una mujer embarazada delgada; pues su feto correría el riesgo de retraso en el desarrollo.

Necesidades de nutrientes: Evita las carencias

Espontáneamente, el organismo de la mujer embarazada se adapta a las condiciones alimentarias con el fin de llevar a buen término el embarazo. Este ajuste se demuestra por la gran diversidad del alimento según las épocas y según las latitudes, la cual no ha impedido que las mujeres sigan procreando. La mujer no necesita variar sus hábitos alimentarios a causa de la maternidad. Sin embargo, la mujer embarazada que trata de limitar su aumento de peso se arriesga a carencias por razón de la restricción voluntaria de la alimentación; por lo tanto serán más fácil evitarlas cuando se conocen las necesidades nutritivas ligadas al embarazo.
embarazo-nutrientes
Proteínas. Contrariamente a lo que hacen suponer la formación y el crecimiento de los diversos órganos del feto, las necesidades no aumentan durante el embarazo en nuestros países, en que las aportaciones habituales superan las aportaciones recomendadas. Un aumento sólo interesa a un pequeño número de mujeres que por razones socioeconómicas o por el hecho de conductas alimentarias extremas (vegeterianismo, por ejemplo).
En la mayoría, no hay necesidad de doblar los bistec o comer una tortilla de seis huevos cada mañana. Paradójicamente, un exceso de proteínas alimenticias tiene incluso efectos contrarios a los buscados, ya que se acompaña con un número creciente de recién nacidos con un peso de nacimiento demasiado reducido.
En la práctica, basta con consumir una ración media de carne, huevos o pescado en la comida o en la cena, acompañada de diversos lácteos repartidos durante el día, así como una dosis moderada de féculas.
Las féculas tienen el interés de aportar glúcidos, fuente esencial de energía para los tejidos del feto. Pan o cereales en el desayuno, así como al menos un plato de fécula al día, son indispensables para que queden cubiertas las necesidades en glúcidos del feto.
El desayuno es especialmente importante, ya que el organismo de la madre, como el del feto, no tolera bien un periodo de ayuno superior al impuesto por una noche.
Las grasas. son indispensables para el crecimiento armonioso del feto e intervienen más especialmente a nivel del cerebro. Además, son una fuente de vitaminas A,D y E . Así, en el marco de una dieta hipocalórica, se tiene que limitar su consumo, pero en porciones razonables para evitar una carencia; un poco de mantequilla en el pan de la mañana, aceite en las verduras de la comida, los lípidos de la carne, pescado o huevos aseguran una aportación diversificada y equilibrada.
La fibra. Los alimentos ricos en fibras (verduras, frutas) son un medio de lucha contra el estreñimiento, frecuente en la mujer embarazada. Pero conviene no exagerar el consumo de salvado, que reduce el paso de determinadas sales minerales del tubo digestivo hacia la circulación sanguínea.
– Calcio y hierro. Son dos de los minerales especialmente importantes. El calcio contribuye a la formación de los huesos del feto y evita la descalcificación de los de la madre; se encuentra especialmente en los lácteos, pero también en las frutas y las verduras, así como en determinadas aguas minerales y pescados como las sardinillas. El hierro participa el al formación de los glóbulos rojos. El 20% de las mujeres en edad fértil tienen reservas insuficientes de hierro; para asegurar sus necesidades y las del feto durante el embarazo deben ayudarse ya sea con alimentos muy ricos en hierro (carne , pescado), ya sea con hierro en comprimidos. Éstos son especialmente útiles durante un régimen restrictivo a consecuencia de la reducción global de todos los alimentos.
Vitaminas. Las necesidades se aseguran con una alimentación variada, y la mayoría de las mujeres embarazadas sólo deben suplementarse en folatos (vitamina B9, importante para la multiplicación celular y evitar la espina bífida). Estos están presentes sobre todo en el hígado, las espinacas, las ensaladas verdes , los frutos secos, los quesos, huevos y legumbres como garbanzos.
– Los líquidos. A la mujer embarazada se le recomienda beber cada día como mínimo un litro y medio de líquido (agua, leche, caldos, infusiones) y evitar el alcohol y el tabaco.
La aparición de náuseas durante este periodo, muchas veces, dificulta a veces la realización de una alimentación equilibrada, sobre todo en los tres primeros meses, durante los cuales pueden ocasionar una pérdida de peso temporal. Generalmente, se detienen después de un día para otro, pero a veces duran hasta el parto. Las náuseas coinciden habitualmente con un momento en el que el cuerpo de la mujer está falto de glúcidos, al levantarse, así como a media mañana o media tarde, la solución consiste entonces en fraccionar la alimentación en varias pequeñas comidas, teniendo cuidado de consumir cada vez un alimento rico en glúcidos como cereales, pasta, lácteos, pan, frutas.
barriguitaPero a veces las náuseas, aparecen después de las comidas o de su preparación: los olores de cocina desencadenan entonces malestar. En este caso, a la mujer le interesa dar prioridad a los productos crudos y los preparados fríos, que se toleran mejor porque tienen menos olor.
Pero recuerda cualquier régimen para la mujer embarazada, debe desarrollarse siempre bajo control de un médico, el cual nos aconsejará frecuentemente un complemento en vitaminas, yodo, folatos y hierro.
Por el contrario, se desaconseja la restricción calórica a una mujer embarazada delgada; pues su feto correría el riesgo de retraso en el desarrollo.

 Espero que este post te ayude a cuidar “tu linda barriguita”

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