¿Pensamos lo que comemos o comemos lo que pensamos? Microbiota y demencia


Todos hemos oído o leído sobre la microbiota, pero ¿sabemos realmente qué es eso?. Y ¿qué relación tiene con la enfermedad de Alzheimer?

La microbiota es la «flora intestinal», el conjunto de bacterias y otros microorganismos que viven de forma habitual en nuestro intestino y representan una ayuda imprescindible para nuestra salud. De hecho, sin microbiota intestinal sufriríamos enfermedades carenciales potencialmente mortales.
Y si tan importante es, ¿es recomendable no sólo «tenerla» sino también que sea «de buena calidad»?. En el caso concreto de nuestra salud mental, ¿cómo de importante es esa «buena calidad»?.
Comencemos.
Las bacterias que componen la microbiota tienen con los seres humanos una relación de simbiosis en la que ambos nos necesitamos: ellas viven y se alimentan allí y en el proceso nos ayudan a descomponer los alimentos que ingerimos de forma que podamos absorber los nutrientes que nos son útiles y desechar el resto.
En su mayor parte estas bacterias no son peligrosas para el ser humano: se calcula que en nuestro interior viven más de 2000 especies diferentes de bacterias, de las cuales sólo unas 100 pueden llegar a suponer un riesgo para nuestra salud.
Desde ese hábitat en nuestro intestino, las bacterias intestinales cumplen distintas y muy variadas funciones. La principal y más conocida es ayudarnos a digerir los alimentos que consumimos, pero también son esenciales para otras igualmente importantes, como la generación de algunas vitaminas (la K y las del grupo B), el funcionamiento del sistema inmune, etc….; así, cada vez hay más evidencias de que están relacionadas con nuestra salud mental.

¿Cómo se puede mejorar esta microbiota?

Sin entrar en detalles, que no son objeto de este artículo, sabemos que hay varias formas de mejorar la composición de la microbiota intestinal. Merece la pena enumerar las siguientes:
1. Seguir una alimentación variada
2. Incluir en dicha alimentación muchas verduras, legumbres, semillas y frutas
3. Consumir alimentos fermentados
4. Limitar los edulcorantes artificiales
5. Incorporar alimentos ricos en polifenoles (cacao, chocolate negro, piel de las uvas, té verde, almendras, cebollas, arándanos, brócoli, etc…)
6. Fomentar la lactancia materna (la microbiota de un bebé comienza a desarrollarse en el momento de su nacimiento, y la leche materna ayuda mucho en su correcto desarrollo).

¿Y tanto podemos influir con nuestra alimentación en el riesgo de sufrir Enfermedad de Alzheimer?

La respuesta a esa pregunta es compleja, pero lo cierto es que cada vez hay más evidencias a favor de que uno de los mecanismos por los cuales una correcta nutrición puede influir en el riesgo de sufrir Enfermedad de Alzheimer es porque una correcta alimentación mejora nuestra microbiota intestinal.
La OMS la define la enfermedad de Alzheimer (EA) como una enfermedad neurodegenerativa de etiología desconocida caracterizada por un deterioro progresivo de la memoria y la función cognitiva que representa aproximadamente el 60-75 % de todos los casos de demencia.
Esta tendencia está aumentando, pues, como todos sabemos, la Enfermedad de Alzheimer es un proceso vinculado a (aunque no causado por) el envejecimiento de nuestra sociedad.
Es evidente que uno de los objetivos principales para la atención de este tipo de pacientes son su diagnóstico precoz para realizar un tratamiento, optimizar la salud física, mejorar la cognición y abordar los trastornos conductuales. En este sentido, los estudios epidemiológicos están comenzando a revelar varios factores para el desarrollo de la EA, fundamentalmente factores de origen genético (aunque en este caso más que factores son marcadores) y los relacionados con el estilo de vida.
Y dentro de estos estudios, nuevas investigaciones indican que la microbiota intestinal está directamente relacionada con la patogenia de la demencia, a través de muchos procesos, siendo los fundamentales la inducción de enfermedades metabólicas y carenciales, el control de procesos inflamatorios «de bajo grado» y el correcto equilibrio de nutrientes relacionados con la neuroprotección y el control del estrés oxidativo. Es por ello que cada vez se están proponiendo con mayor evidencia estrategias de «modificación» de la microbiota como parte del proceso de prevención de las enfermedades neurodegenerativas del Sistema Nervioso.
De hecho, el eje microbiota-intestino-cerebro es un sistema de comunicación bidireccional; por ejemplo, se ha demostrado que el aumento de la permeabilidad del intestino y de la barrera hematoencefálica inducida por la disbiosis en la microbiota puede mediar o afectar la patogénesis de EA, así como otros trastornos neurodegenerativos, especialmente aquellos asociados con el envejecimiento. Además, las bacterias que pueblan la microbiota intestinal pueden secretar grandes cantidades de amiloides y lipopolisacáridos, lo que podría contribuir a la modulación de las vías de señalización y la producción de citocinas proinflamatorias asociadas con la patogénesis de la EA. Y los desequilibrios en la microbiota intestinal pueden inducir inflamación asociada con la patogénesis de múltiples trastornos como la depresión, la obesidad o la diabetes mellitus.

¿Podemos hacer algo?. ¿Debemos hacer algo?

En este momento no es posible cuantificar cuánto podemos influir con la alimentación en la prevención de la demencia, pero lo que sí podemos afirmar categóricamente es que una alimentación equilibrada contribuye no sólo a mejorar nuestro estado de salud general, controlar el sobrepeso, aumentar nuestra protección frente a otras enfermedades, etc…., sino también, definitivamente, a prevenir la demencia. El concepto de «comer bien», como herramienta terapéutica tan importante como cualquier otro fármaco, ha vuelto para quedarse.

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